Y más allá de la muerte os traigo la paz y la libertad

Artículo escrito por Vivianne Crowley para su columna “Greening the Spirit” en Patheos.com Traducido al Español por Madelaine Benítez (LaMadduk)

Estamos entrando en el signo astrológico de Escorpio, cuando nuestro pensamiento se dirige naturalmente hacia la muerte. El reconocer la realidad de la muerte es algo que hacemos y algo que no hacemos. La mayoría de nosotros nos contentamos con flotar en algún lugar entre la aceptación teórica y el acto de ignorarla. Algunos de nosotros tenemos familiares o amigos que murieron cuando éramos adolescentes o jóvenes y tuvimos que hacer frente a la muerte y el duelo desde el principio. Para muchos de nosotros, sin embargo, es sólo cuando nos acercamos a nuestros años cuarenta y cincuenta que la muerte comienza a entrometerse. Podemos perder amados padres y ancianos espirituales, y podemos encontrar que la gente de nuestra generación desarrollará enfermedades y morirán incluso muchos años antes de que ellos o nosotros lo esperemos.
Al llegar a la mediana edad, el famoso psicólogo Carl Gustav Jung (1875-1961) escribió sus pensamientos acerca de la muerte en su diario personal El Libro Rojo.

Necesitamos la frialdad de la muerte para ver con claridad… Si acepto la muerte, entonces árbol reverdecerá, ya que la muerte hace incrementar la vida. Si me sumerjo en la muerte que abarca el mundo, entonces mis brotes se abrirán. ¡Cuánto de nuestra vida necesita de la muerte!
La alegría en las cosas más pequeñas viene a ti sólo cuando hayas aceptado la muerte. … Si tu aceptas la muerte, será enteramente como una noche helada y un recelo ansioso; pero la noche helada en una viña llena de uvas dulces. Tu pronto encontrarás placer en tu riqueza. La muerte madura. Uno necesita de la muerte para poder cosechar la fruta. Sin la muerte la vida no tendría sentido, ya que lo duradero se levanta de nuevo y niega su propio significado. Para ser, y para disfrutar de su ser, necesitas de la muerte, y la limitación permite que satisfagas a tu ser.
Carl Gustav Jung, El Libro Rojo: Liber Novus, 2009 ed, 274-275.

Él creía que enfrentarse a la realidad finita de la vida humana era bueno. La muerte puede ayudarnos a apreciar la vida.

La conciencia más allá del cuerpo

An illustration from Jung’s Red Book.
Una Ilustración del Libro Rojo de Jung

La mayoría de los Paganos comparten la creencia de que la muerte no es el fin de la existencia. Como Paganos, somos los herederos de las antiguas tradiciones del misterio. Uno de los propósitos de los procesos de iniciación de las tradiciones mistéricas Paganas era el de enseñar la realidad de la vida después de la muerte. El(la) iniciado(a) era expuesto(a) al rito y a los símbolos que causaban un cambio interior y transmitían mensajes sobre el Ser perene. Este no es el ‘yo’ que se ha acumulado como resultado de las experiencias de una sola encarnación, sino algo más profundo, más amplio y sin límites.

¿Qué es este tipo de conciencia? A veces captamos una visión, o un sabor, o alguna experiencia de esto. En nuestras meditaciones más profundas, cuando estamos solos en la naturaleza o, a veces, en situaciones intensas de amor, de sexo, de dolor o de iniciación. Si somos afortunados puede que hayamos tenido experiencias espirituales que nos mostraron que el cuerpo no es el límite de nuestra existencia, y que la forma en que nuestros mecanismos sensoriales perciben el tiempo y el espacio no es más que una construcción temporal, un pedazo de la realidad que incorpora aquellas propias limitaciones de nuestros sistemas sensoriales y sus capacidades. Las experiencias de sincronicidad, la telepatía, los sueños premonitorios, los encuentros sobrenaturales y las experiencias extracorpóreas como volar en los sueños, todas nos permiten comprender que nuestra conciencia y sentido de uno mismo pueden separarse del vehículo físico del cuerpo.

Las experiencias cercanas a la muerte para los muchos de nosotros que las hemos tenido, pueden conllevar conocimiento que muestre un indicio de lo que los misterios enseñan: que la conciencia puede existir más allá del cuerpo. Este tipo de experiencia es experiencial e individual. No puede convencer a alguien que no la haya experimentado. No es algo que puede ser transmitido a través de las palabras y los argumentos racionales; ni tampoco es emocional. Esta no se trata de la realización de anhelos o de la búsqueda de algún escudo en contra del reconocimiento de nuestra propia mortalidad. Sino que se trata de experiencias que son reales, inefables, profundas y que nos cambian la vida.

La experiencia cercana a la muerte de Carl Jung

Carl Jung
Carl Jung

Carl Gustav Jung tuvo una experiencia así en 1944 cuando tenía 68 años, había sufrido de un riesgo común en la edad avanzada: una caída sobre el hielo en invierno. Él resbaló y se rompió el peroné. Luego, diez días más tarde en el hospital, sufrió un ataque al corazón y comenzó a morir. De repente, se encontró flotando a 1,000 millas por encima de la Tierra. Los mares y continentes brillaron por debajo de él y pudo distinguir el desierto de Arabia y las montañas nevadas del Himalaya en el norte de la India, una perspectiva que aún no se había fotografiado a través de los viajes espaciales. A continuación, una enorme estructura monolítica negra apareció a la vista. Sintió que era un templo, y en la entrada vio a un gurú hindú sentado en poción de loto. Jung sintió que su existencia terrenal estaba siendo arrebatada fuera de sí, hasta que lo que quedaba era su yo esencial, el núcleo de su ser. Estaba a punto de ir más allá y entrar en el templo, cuando su médico apareció en la visión y le dijo que su partida era prematura; muchos pedían su regreso. Jung se decepcionó inmensamente porque la visión concluyó casi inmediatamente.

La experiencia tuvo un profundo efecto en él. La depresión y el pesimismo que había experimentado durante la Segunda Guerra Mundial se habían desvanecido. Él decidió renunciar a su puesto en la universidad y dedicarse a su último trabajo importante, sus investigaciones sobre la alquimia, la religión y el gnosticismo. Él estaba decidido a hacer uso del tiempo que se le había entregado y, los últimos diecisiete años de su vida desde los 68 a los 85 fueron algunos de sus más productivos.

El ‘Yo’ y el cuerpo no son lo mismo

No todos tenemos eventos traumáticos como las experiencias cercanas a la muerte para ayudarnos a centrarnos en lo que es realmente importante para nosotros, pero las experiencias espirituales de trascendencia que muchos de nosotros encontramos en el Rito y en la meditación juegan un papel similar en para enseñarnos que el «yo» y el cuerpo no son lo mismo. A través de nuestras prácticas Paganas somos privilegiados en tener vías hacia esas experiencias, las cuales pueden ayudar comenzar a ayudarnos a aceptar la realidad ineludible de que somos un SER consciente en un cuerpo físico. En Samhain reconocemos que el cuerpo crece y luego decae. En Wicca decimos que “… en contra de la edad y el destino estamos indefensos.” Pero recordamos también la promesa de la Diosa:

«El mío es el éxtasis del espíritu… y más allá de la muerte Yo traigo la paz y la libertad y el reencuentro con aquellos que se han ido antes.»

Así que cuando nos acercamos a Samhain honramos el ciclo de la muerte, el renacimiento y nueva vida; y honramos la memoria de los que han pasado por el velo. Honramos también el don de la vida, el más precioso de los regalos, y buscamos a beber de la copa del vino de la vida vivida al máximo, para que ninguna gota preciada sea jamás desperdiciada.

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Artículo escrito por Vivianne Crowley para su columna “Greening the Spirit” en Patheos.com Traducido al Español por Madelaine Benítez (LaMadduk)

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